De las grietas también salen flores (y autenticidad).
"Tanto que uno se esfuerza para verse y tener todo perfecto, y mira que bella se ve esa casa con esas flores entre las grietas."
Hola. Te doy la bienvenida a otra publicación en The void (El vacío) en donde no todo siempre hace sentido. Hoy te comparto una reflexión que surgió de haber visto una casa de la que entre las grietas en el concreto de su entrada salían unas flores hermosas que mostraban una belleza unica. Llevo un tiempo escribiendo este post, buscando el ángulo perfecto, pero luego de darle tantas vueltas, decidí dejar de arrastrarlo y publicarlo con sus grietas y desperfectos. Después de todo, de eso es que trata el ensayo. Espero que no te mate las neuronas. Recuerda darle "me gusta", dejar tus comentarios y opiniones y, si aún no lo han hecho, suscribirse (es gratis).
Nos hemos matado buscando la belleza y la autenticidad hasta por debajo de las piedras, locos por encontrar esa cosa que las determine. Y si no las tenemos, hacemos que parezca que las tenemos. Llevamos siglos en esta búsqueda, y cada nuevo invento nos vende la idea de la seguridad de que con su solución lograremos ser únicos y podremos eliminar las grietas en nuestras vidas.
Esas grietas que hacen que nos veamos “desperfectos ante otros”, y las cuales una vez logremos tapar, entonces llegaremos a nuestra gloria.
Hace un tiempo, pasando por la casa de una vecina, noté que de entre las grietas que separaban el concreto en el piso de su entrada, había una planta con muchas flores. Las flores emanaban un amarillo atractivo, radiante, y hermoso. Y tal vez fue la belleza de estas flores, o mi habilidad de escapar de mi enfoque, que me vino a la mente el siguiente pensar:
Tanto que uno se esfuerza para verse y tener todo perfecto, y mira que bella y única se ve esa casa con esas flores entre las grietas. Le hacen resaltar un no sé qué, que la hace diferente a las demás. Genuina y sin pretensiones.
Quizás no sea que nos descuidemos y dejemos que las grietas se vuelvan irreparables, pero no todas representan un problema estructural. El esfuerzo por repararlas, cuando a menudo contribuyen a la belleza y el carácter únicos de una persona, es precisamente lo que nos convierte en esclavos de la búsqueda. Y aunque para algunos las flores en las grietas no son una molestia, para otros son solo otro defecto que ocultar, otro defecto del que huir.
En su ensayo titulado ¿Podemos ser felices? Nemesio Canales (1878-1923) nos ofrece las siguientes líneas, las cuales, si pensamos bien, podemos aplicar al tema las flores entre las grietas y a eso de la belleza y la autenticidad.
“Felicidad, felicidad... ¿Dónde demonios se esconde ese divino tesoro, que nadie le encuentra ni le encontró jamás? Topa uno con un viejo y le pregunta; y de cada cien viejos, noventa y nueve viejos suspirarán profundamente primero, y nos contestarán en seguida una de estas dos cosas: o que la perdieron para siempre y se les quedó (la felicidad) atrás, muy atrás, en alguna curva remota del camino andado, o que no la tuvieron nunca y la van a buscar en el reposo eterno, o en el edén eterno que les prometió tal o cual religión. Topamos con un joven... y nos dirá que, o la dejó también atrás, allá en la lejanía de la niñez, o que va corriendo, corriendo sin cesar en pos de ella, con o sin esperanzas de darle alcance. Y si interrumpe Ud. los juegos de un niño cualquiera y logra que le entienda la pregunta, seguramente que, o no saca nada en claro de la inconsciencia del niño, o le ve pronto señalar hacia el futuro con las clásicas palabras que todos hemos pronunciado: “Cuando yo sea hombre...”. Quiere decir que está atrás, o está delante, o está arriba, o está abajo: en todas partes, menos en el punto en que nos encontramos1”.
Habiendo trabajado por décadas en una industria que promete belleza y autenticidad y, por ende, felicidad (en el fututo, por supuesto), puedo dar fe de las palabras de Canales. Me vienen a la mente todas esas personas que no necesitaban buscar más belleza, autenticidad, o un nuevo cuerpo. Personas cuyas grietas le daban su belleza, y que en esa búsqueda incesante se perdieron de sí mismas.
He visto como para muchos la belleza dejó de ser un sentir, para ser una meta que conquistar. Quienes su autenticidad física y como persona pasó a ser una grieta que tapar. “Cuando llegue a mi peso ideal”, me dijo una clienta hace años. Obviamente, en su cabeza, eso solo ocurriría cuando esta lograse cubrir todas sus grietas con un cuerpo nuevo y una vida completamente realizada en la que la superficie no presentase desperfectos. Eta era víctima de una cultura de molde en la que no hay espacio para ser verdaderamente única.
Pero las grietas no son idénticas. ¿Cómo es posible que, cubriéndolas todas con el mismo relleno y pintura que a todos los demás, logremos nuestra belleza única, y si matamos las flores que crecen en ellas?
No sé si vale la pena decirlo, o si mi experiencia no es un buen ejemplo, pero las personas más hermosas y genuinas que he conocido no han tenido más grietas en su superficie porque no tienen espacio para más. Aun así, incluso han arrancado algunas flores de sus grietas para dármelas. Cuanto menos presumen estas personas de su perfección y cuanto menos intentan presionarme para alcanzar su grandeza, más me gustan.
Esas personas han tenido barrigas grandes, cuerpos flácidos, estrías en la piel, pasados dolorosos y obscuros, y miradas que divulgas sus traumas. No esconden sus grietas, y han tenido la dicha de manifestar, de manera inconsciente, lo que los japoneses llaman Wabi-Sabi, o la belleza de la imperfección. Esta filosofía acepta las gritas y el degaste como parte del proceso de vida y de la belleza unica de las cosas (y la gente).
Quizás eso era lo que hacía que las flores en las grietas de la casa de mi vecina lucieran tan hermosas. Le daban la sensación de un hogar, no de un hotel. Esas flores mostraban un lugar único y genuino entre tanta perfección superficial, renovación y pintura.
Antología de Textos Literarios. (1994). Editorial de la Universidad de Puerto Rico.
Muy bien Tio.