
Lo que me pasa no es un caso único. A medida que exploro nuevos escritores y podcasters para inspirarme, descubro que esto le ocurre a todos los que son bilingües, sin importar los idiomas involucrados.
Por supuesto, hay algunos especímenes raros que han desarrollado un músculo para ello y pueden hablar varios idiomas sin que se les amarre la lengua. Pero ni siquiera en Canadá todo el mundo habla francés, al igual que de donde soy no todo el mundo habla inglés; a pesar de que dichos idiomas son parte del currículo educativo requerido de sus respectivas tierras.
Durante un viaje de negocios a L.A. tuve la oportunidad de escuchar una situación similar de brasileños que viven en áreas fronterizas con sus vecinos de habla hispana. En esas zonas se desarrolló el Portunhol (en español, Portuñol). Una mutación que surgió como resultado de un choque lingüístico y que mezcla su hermoso acento portugués con el español.
También conocí a algunos japoneses que, igual fueron víctimas del bilingüismo y han desarrollado su propio punto medio… o lengua. Igual que el espanglish.
En los años que llevo escribiendo (o al menos intentándolo) siempre ha habido una batalla constante entre lo que escribo y el idioma en que lo escribo. En los minutos que me tomó escribir estas mismas líneas, traduje cada palabra, de un lado a otro, en mi cabeza, para decidir qué idioma se siente más natural (en este caso el inglés ganó la batalla, y luego traduje).
Ese es un enfoque típico para publicar cualquier cosa, para mí. Me he encontrado tratando de decir las cosas antes de empezar a escribir o grabar y, en general, tiendo a terminar escribiendo o grabando primero en la lengua que tenía mejor sabor.
No soy un angloparlante por naturaleza. Si escuchas mi podcast te darás cuenta de inmediato. Soy de una isla de habla hispana “en medio del océano” en algún lugar del Caribe. Soy de donde el idioma inglés ha sido empujado (a su cultura) fuerte, muy fuerte. ¡Sin vaselina! Y desde donde el español suena diferente al español de España, e incluso al de las Telenovelas.
Cuando nací, nosotros (las personas nacidas en esa isla) habíamos sido ciudadanos estadounidenses durante bastante tiempo. Pude ver como una mezcla de ambos idiomas (español e inglés) siempre ha estado presente en mi vida. De hecho, en la vida de cada isleño, sin importar su nivel de educación.
Incluso en su negación del inglés impuesto e intrusivo, mis padres y abuelos solían hablar algo de él, que venía bajo la apariencia de nuestra lengua ya mezclada (con español, africano, taíno); junto a todas las demás lenguas que han saboreado la belleza del Caribe de una forma u otra - alimentando sus palabras con sus propias lenguas- catalán, francés, gaélico, árabe…
La diferencia es que en realidad nunca tuve que hablar ninguno de esos idiomas por separado. No es como si hubiera nacido antes de que llegaran. ¡No! Nací cientos de años después. No había clases en la escuela para ellos, ni programas de televisión. Ya estaban integrados en la cultura, y crecí hablándolos, ¡inglés también, sin saberlo! De donde soy, la gente crece hablando los sabores de esas lenguas, pensando que es español puro, ¡hasta que alguien de España nos escucha y dice algo como “Joder, no entiendo un carajo!”
Sin embargo, el inglés no era solo un tema en la escuela. Fue alentado para alcanzar otro nivel: un mejor trabajo, viajes, aptitud intelectual y la posibilidad de una vida mejor en Estados Unidos, sin necesidad de visa. Cosa que terminé haciendo. El inglés para mí ha sido enriquecedor, porque me ha abierto puertas a muchos otros pensamientos y voces a los que no habría accedido si hubiera decidido que este era una intrusión en lugar de una expansión de mi mente.
El idioma no tiene que ver con el patriotismo, la lealtad, o el amor a una cultura, sino con la comunicación, con el arte, con… la comprensión.
A medida que crecía, el inglés se estaba volviendo aún más presente. Ese fue el resultado de la americanización tratando de alejar lo que los españoles nos habían dejado hace cientos de años (antes de que nadie en esa isla dijera siquiera la palabra "Yes"). También de lo que quedó de miles de años posteriores, antes de que alguien en esa isla dijera la palabra "Sí"; para allá cuando para la barbacoa (BBQ) vio sus primeras llamas.
El inglés se hizo más presente en 2013. Junto con mi esposa, mi hijastro, y con nuestra hija empacamos todo y brincamos el charco. Nos mudamos de algún lugar del Caribe, a Austin, Texas (USA), donde el inglés era muy diferente al de las películas, y mi percepción era limitada. Pero teniendo algunos años viviendo en el sur, se entiende o se entiende.

Vivir en los Estados Unidos ha creado una realidad en la que el inglés y el español existen en el mismo continuo espacio-tiempo que Spanish and English. Dos universos paralelos interactuando entre sí en un mismo espacio, pero hablan diferente.
Déjame explicarte lo que sucede en mi cabeza cuando tengo una conversación en cualquiera de los dos idiomas. Ocurre un fallo. Una distorsión en el tejido de la comunicación hablada que me lleva al centro de esas instancias en las que hablo todo lo que quiero decir, en todos los idiomas que hablo, todo a la vez. ‘What?’ se convierte en ‘Que?’, ‘Entonces’ se convierte en ‘Then’, ¿y en el medio? ¡Una fusión donde, “Estoy emocionado por decirte algo!” se convierte en “Estoy so excited por telling you algo!”.
Este es un problema cuando hablo con personas que no hablan ambos idiomas, cuando me siento cómodo y empiezo a lanzar palabras atadas subconscientemente que confunden al receptor. Lo veo en sus ojos. Empiezan a ajustar su mirada, echan un poco la cabeza hacia atrás y responden con una vaga sonrisa y un "Ah, sí si!" or un “Yeah, right?.

Cuando comencé a escribir no había brincado el charco todavía; solía hacerlo en inglés (muy mal) para sonar cool, y en español (igual de mal) cuando decía algo que me salía del corazón. Pero ahora que ambos existen simultáneamente, escribo en cualquiera de los dos idiomas o en los dos al mismo tiempo cuando me da la gana; también cuando no quiero, pero tengo que hacerlo.
Cuando inicié Vertientes y Tangentes tomé la decisión de que el espacio fuera siempre bilingüe. Llegué a un acuerdo con mi identidad de hablante, y con cómo pienso mejor (que es cuando pienso en ambos idiomas al mismo tiempo). Lo cual en muy nice, pero confuso!
Dependiendo de cómo vaya la semana (estado de ánimo, trabajo, asuntos del hogar, etc.) esto podría ser tan simple como parpadear, especialmente al comienzo de la semana. Para entonces mi mente ya está un poco descansada de pantallas y artículos para el trabajo, e investigación. En una semana bien ocupada, en general, para el jueves ya estoy perdiendo mi inglés y mi español se siente perdido. Sueno como si estuviera borracho.
En una semana muy pesada, para el viernes necesito unos tragos y algo de tiempo a solas para ordenar mis pensamientos, y ahí es cuando el senderismo viene bien. Cuando estoy solo, en el bosque, puedo articular cualquier murmullo que quiera (español, inglés, spanglish y lo que sea) porque no hay nadie que escuche, y los venados no responden.

Antes de este espacio editorial, había intentado varias veces mantener una práctica de escritura constante, pero el tema del idioma siempre terminaba llevándose mi musa. Si bien pensaba que solo tenía que escribir en español para “respetar de dónde vengo”, escribir en inglés también fue un problema debido a “¿Quién soy yo para pensar que puedo escribir en inglés?”
Honestamente, muy pocas personas alguna vez dijeron algo sobre qué idioma debo hablar o escribir. El problema estaba principalmente en mi cabeza (todavía está ahí). Sin embargo, de donde yo soy, existe un fenómeno llamado “Miedo al inglés”. Esto es el resultado de un sentimiento de inferioridad que ha existido en la isla durante más de un siglo; junto con, por supuesto, un mal sistema educativo.
Pero ahí (en la isla) tenemos el inglés por todos lados (música, revistas, redes sociales, videojuegos, computadoras, etc.). Los estudiantes toman clases de inglés como parte del plan de estudios desde pre-kinder hasta el primer año o dos de la universidad (si mal no recuerdo) y, sin embargo, tenemos miedo de hablarlo.
Allí, la mayoría de las escuelas privadas disfrutan de una mejor educación en inglés (conversacional y escrita). ¿Pero la mayoría? Bueno, you know how it is papi?¡Right thru!
Autoinducido o adoctrinado, esto ha sido un gran problema para mí durante muchos años; pero me niego a que decida lo que escribo o digo en el idioma que decido. Sin embargo…
Me he acostumbrado a traducir la mayoría de las cosas que escribo, y las publico por separado en mi página. He encontrado alegría y enriquecimiento dentro de cada idioma (por separado y juntos). Tengo el placer de explorar las profundidades de una cosa llamada traducción, donde me permito navegar por las mismas ideas, pero dichas de manera diferente.
La vergüenza y el miedo se han convertido en curiosidad y ganas de aprender a escribir y hablar mejor los dos idiomas. Eso junto por supuesto, con el constante recordatorio de mi esposa diciéndome que deje de disculparme por hablar como hablo, y de lo cual tiene mucha razón.
Navegando entre ambas lenguas he encontrado espacio para existir. Lento, pero en progreso, el bilingüismo ya no es un dilema (al menos no del todo), es un beneficio. Una ventaja híbrida que me permite viajar entre mundos; para jugar con las lenguas. Para degustar diferentes acentos. Para lamer ideas con diferentes papilas gustativas - en un idioma, y en el otro idioma, y en una mezcla de ambos.
A veces esas lenguas quieren hablar al mismo tiempo, y las tres se unen al juego. Honestamente, a veces es una pelea; pero aceptarlo me ha ayudado a verlo como un placer que buscar.
¡Un trío de lenguas! El español con su acento y sensualidad, el inglés con su agudeza y sus propias identidades mixtas, y el espanglish con su forma de complacerlos a ambos.
¡Es un juego de lenguas!
Muy bueno. Me recordo el cuento de Santa Clo va a La Cuchilla, de Abelardo Díaz Alfaro