Notas:
En esta historia pretendo explorar un estilo de escribir que no he tratado mucho. Darle vida a la naturaleza, a lo fabula; mientras intento reflejar ciertos issues sociales - el resentimiento, el odio, la envidia; y el cliché de que ¨Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde¨.
Hace poco escuché algo que me ha hecho ver estos problemas desde otra perspectiva. Las palabras exactas no las recuerdo, pero iban por la siguiente línea:
¨El resentimiento es cuando te tomas el veneno y esperas que sea otro quien se muera¨.
A lo largo de nuestras vidas nos topamos con personas así, y en ocasiones lo hemos sido nosotros mismos (acéptalo). Desafortunadamente hay personas para quien estas cosas no son una fase sino un estilo de vida, y terminan consumiendo la felicidad de todos a su alrededor. Hey, no soy psicólogo, pero todos sabemos que eso pasa.
Irónicamente no escribí esto pensando en nadie en específico, aunque inspiración no me falta; sin embargo, esto es parte de mi proceso de aprender a escribir. Estoy explorando las diferentes profundidades a las que puedo escribir sobre diferentes temas, incluyendo temas no tan agradables. En este tipo de temas generalmente son mis emociones las que dictan lo que voy a escribir. Eso mientras exploro diferentes géneros de escritura.
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Amargando el Río Dulce
Un cuento triste con un final infeliz
El Río Dulce era uno lleno de vida y de poder espiritual, los cuales existían gracias a las diferentes tribus que vivían a sus orillas, y quienes se nutrían de su comida, se hidrataban de sus aguas, y limpiaban sus impurezas dejando que la corriente se llevara sus contratiempos. Este daba vida a la fauna y la flora con una gracia que solo se podía experimentar siempre y cuando su curso alto, ese origen puro y que representaba el origen de la vida a lo largo de sus orillas, y dentro de sí mismo, se mantuviera libre de impurezas físicas, químicas, morales, y espirituales.
Decían los acianos de las tribus que, de solo caer una gota de miseria en el curso alto, llenaría al Río Dulce de una energía que deshidrataría la magia pura que en este vivía. Aquella magia que traía un balance de vida para todos y quienes a orillas de este se bañaban, tomaban, comían, pescaban, y se amaban. Por tal razón, las tradiciones de las gentes que a lo largo de éste residían eran basadas en mantener su origen limpio, claro, y protegido
Una noche, mientras el resto de la naturaleza tomaba su sueño y el Río Dulce fluía dormido, un nativo lleno de sufrimiento, angustia, rencor, y miseria decidió saltar en su curso alto, no para dejar que su cuerpo y alma se limpiaran -como se hacía a lo largo del cuerpo de agua - sino con el deseo de ensuciar las aguas y pasar su dolor al resto de la vida que allí vivía.
Lleno de ira e indiferencia, el nativo había llegado a la conclusión de que como él había sufrido tanto, no era justo que los demás fueran felices. Por lo que se dijo así mismo, “Si yo no puedo ser feliz con todos ni conmigo mismo, entonces nadie lo debe ser”.
Su nombre era Nube Oscura, el cual se le dio como un elogio a aquellas nubes que traían consigo alegría al tapar los rayos de sol candentes que quemaban las pieles, las hojas, las frutas; y que calentaban las aguas del río hasta el punto de los peces no querer salir de su profundidad, de los animales no querer tomar, y de las tribus no querer nadar. Su nombre era una reverencia a la serenidad y al balance, pero él entendía que no era así.
Nube Oscura, quien fue el primer nacido de la tribu que se situó cerca del curso alto, no quería aceptar su nombre. “Cómo es posible que se me adjudique tanta responsabilidad?”, pensaba él. “¿Ser el responsable de cubrir a todos del sol, cuando mi espalda se quema?” Él no encontraba que su nombre le hiciera justicia a su vida. Él entendía que no era justo se le llamara así. A eso sumándole que siendo el primer nacido de la tribu que vivía más cerca del origen, su responsabilidad era la de cuidar a los pequeños, y de velar que nadie ensuciara el río. El veía como en muchas ocasiones todos se divertían mientras el montaba guardia, o cómo a veces en medio de su diversión se le llamaba a atender sus responsabilidades.
Una noche, en un arranque de ira no analizada - sabiendo claramente que si el curso alto se ensuciaba este le iba a mostrar su poder a todos - este decidió meterse al agua. Poniendo primero sus pies a orillas del origen del Río Dulce, este sintió su ira apoderándose del agua, y corrompido por su furia, este se echó a nadar corriente abajo. Cada brazada contaminaba más y más.
Sintiendo que tenía el poder de cambiar el curso de la vida de sus vecinos, de la fauna, y de la flora, y creyendo que ahora si le iban a valorar, este sonreía mientras bajaba por las corrientes ya contaminadas de su venganza. Poco a poco, bajo la luz de la luna - que lloraba al no poder reflejarse en las aguas turbias - se podía notar la oscuridad y la miseria tomando el lugar de la luz y la serenidad; tanto en el agua como en la tierra, y como en los cielos. Nube Oscura nadó y flotó hasta el final del río, y cansado de liberar su justicia sobre todo y todos se hecho a dormir sobre una piedra en medio del agua con una sonrisa de logro. La luna oscureció, y la tierra se dejó de ver.
A la mañana siguiente, bajo un cielo oscuro y sin ganas de mostrar al sol, Nube Oscura despertó en un mundo frío y con colores opacos. El agua alrededor era negra y espesa como la brea, los peces flotaban muertos con los ojos grises. Las plantas a orillas un río ya no tan dulce lucía tristes y desnutridas. Varios animales que andaban por ahí se mostraban como drogados y no presentaban ánimos de parecer amigables.
La corriente era turbia y fuerte, por lo que Nube Oscura no encontraba la forma de nadar a la orilla y comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero nadie respondía; ni siquiera las mariposas que típicamente llevaban el mensaje de socorro a quienes estuvieran cerca respondieron. Nube Oscura gritó por ayuda a viva voz, y en un intento de usar la autoridad como el mayor de los jóvenes de las tribus, rugió al no tener respuesta.
A lo lejos, pero todo borroso en la oscuridad del día sin alma este lograba ver varias casetas, pero sin luz ni gente alrededor. Y la piedra donde este se encontraba ya no le parecía aquel aposento donde se acostó a dormir sonriente, bajo la luna triste, la noche anterior - sino que ahora se mostraba como una prisión a la que él mismo se admitió.
La soledad y la miseria verdadera - no aquella miseria que él había creado en su cabeza por el nombre y la responsabilidad que se la había dado - sino que una real llena de dolor y angustia predominaba en su corazón. Su cuerpo, su mente, y su alma se habían dividido. Ahí, en esa piedra oscura y fría este se dio cuenta que toda su ira era solo una ilusión en su cabeza, que no todo era tan malo, y que, aunque tenía responsabilidades, había vida, comida, palabras de aliento por parte de los ancianos, el abrazo de su familia, y las sonorizas de los niños que él velaba.
Nube Oscura sentía que su alma era tomada por completo por aquel dolor, que solo se siente al uno quedarse solo; no en solitud y serenidad, sino en soledad y miseria. En ese momento se dio cuenta que estaba solo. Que el intento de impartir justicia para que lo valoraran lo que causó fue que las tribus, la fauna, y la flora, y hasta el sol y la luna - dejándolo a él solo en su mundo de justicia - se movieran a otros lugares en busca de otras aguas dulces.
¡Fin!